En su ajetreado año de despedida, en el que Obama ahuyenta su condición de pato cojo (como se conoce a los presidentes en su último año de mandato) con un denodado esfuerzo de históricos viajes y renovados mensajes políticos, Michelle se vuelca con la supervisión de la futura vivienda familiar. No es una tarea cualquiera. Además de las preferencias personales, en la elección de las residencias de los presidentes de Estados Unidos se tiene en cuenta hasta el más mínimo detalle. La decisión final apunta a que una espaciosa mansión de nueve dormitorios, en la lujosa zona residencial de Rock Creek Park, a sólo tres kilómetros de la Casa Blanca pero alejada del mundanal ruido, acogerá a los Obama cuando en enero abandone su cargo y su actual hogar. El presidente saliente seguirá así los pasos de sus predecesores Woodrow Wilson, Franklin D. Roosevelt y Herbert Hoover.
Aunque la casualidad pueda haber jugado su papel, el color político no desentona en la elección. La mansión que ocupará la actual primera familia del país es propiedad de Joe Lockhart, en su día secretario de prensa y asesor del presidente Bill Clinton, también demócrata, quien la adquirió hace dos años y acaba de trasladarse a Manhattan para ocupar la dirección de comunicación de la poderosa Liga Nacional de Fútbol americano (NFL, en sus siglas en inglés). Dos números más abajo, reside Tony Podesta, otro conocido demócrata y hermano de John D. Podesta, actual jefe de campaña de Hillary Clinton.
Valorada en seis millones de dólares, se estima que el expresidente número 43 del país abonará al mes por el alquiler de la mansión 22.000 dólares (algo más de 19.600 euros). Un vistazo al sitio web Washington Fine Properties permite confirmar que su interior compensa. El desembolso no será problema para los Obama, teniendo en cuenta que sus antecesores, Jimmy Carter, Bill Clinton y los dos Bush, vienen a percibir unos tres millones y medio al año, entre pensiones y otros beneficios.
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